viernes, 8 de octubre de 2021

UNIDAD DIDÁCTICA 1.

 

UNIDAD DIDÁCTICA 1. ACTITUDES ANTE LAS PERSONAS CON DISCAPACIDAD

CONTENIDOS:

1. LAS ACTITUDES SOCIALES Y LA INTEGRACIÓN

2. LA MODIFICACIÓN DE ACTITUDES HACIA LA DISCAPACIDAD

3. LAS ACTITUDES DEL EDUCADOR HACIA LA DISCAPACIDAD 

OBJETIVOS

1. CONOCER CUALES SON LOS ASPECTOS RELACIONADOS CON LA INTEGRACIÓN DE PERSONAS CON DISCAPACIDAD.

2. DESARROLLAR ESTRATEGIAS Y PAUTAS DE INTEGRACIÓN EN EL TRABAJO DE OCIO CON PERSONAS CON DISCAPACIDAD.

3. DAR A CONOCER ALGUNAS LINEAS METODOLOGICAS PARA EL TRABAJO CON PERSONAS CON DISCAPACIDAD.

4. INFORMAR SOBRE LOS BENEFICIOS DE UN CAMBIO DE ACTITUD HACIA LAS PERSONAS CON DISCAPACIDAD.

1. LAS ACTITUDES SOCIALES Y LA INTEGRACIÓN

 Como reconoce Naciones Unidas en 1988, “las actitudes sociales hacia las personas con discapacidad pueden suponer obstáculos más importantes para su inclusión en la comunidad que los derivados de su propia deficiencia” (Naciones Unidas, 1988)

No podemos hablar de integración o de normalización sin hablar de las actitudes sociales. Las leyes no aseguran el éxito de la integración. Este viene definido, en gran parte, por el comportamiento de los que rodean a la persona con discapacidad: padres, educadores, compañeros, comunidad en general….y, como se reconoce en el Programa de Acción Mundial (1988), las actitudes sociales pueden constituir el obstáculo más importante a los objetivos de igualdad y de plena participación en la comunidad.

La progresiva concienciación sobre las necesidad de las personas con discapacidad ha despertado un interés  hace poco más de de cincuenta años, con la evaluación de actitudes sobre deficiencias específicas (principalmente ceguera) y evoluciona hacia el estudio de las actitudes hacia la discapacidad en términos más amplios. Desde 1970, con el movimiento hacia la integración educativa, los estudios se centran en las actitudes hacia los procesos de integración.

La actitud es un constructo psicosocial definido por tres componentes: cognitivo, afectivo y conductual (Triandis, 1971; Krech, Crustchfield y Ballachey, 1962)

El componente cognitivo se refiere a nuestras ideas, creencias o percepciones sobre un referente actitudinal. Decir “Síndrome de Down” automáticamente sugiere una serie de ideas (retraso mental, ojos rasgados, dócil, cariñoso,…) que no tienen por qué ser verdaderas, ni necesariamente estar basadas en datos objetivos o en nuestra experiencia directa con estas personas.

El componente afectivo define el conjunto de emociones asociadas a un pensamiento o idea, en el caso anterior, la imagen mental de un niño con esas características puede hacernos sentir agrado, pena, suscitar ansiedad o miedo, etc.

Con el componente conductual describimos las acciones o tendencias de acción asociadas a los componentes anteriores. Pueden ser de tipo abierto (contacto, evitación, ayuda, etc) o encubierto (rechazo y desprecio callados, etc.) este último más difícil de detectar.

Estos tres componentes están estrechamente relacionados, son interdependientes y aunque no seamos conscientes de ellos, influyen sobre nuestra conducta.

Los procesos de formación de las actitudes son complejos. En ellos intervienen factores hereditarios, psicológicos, las “instituciones totales” (escuelas, familia, etc.), las experiencias directas y la comunicación social (Mc Guire, 1969). Se aprenden gradualmente. Comienzan a formarse alrededor de los 3 ó 4 años con la conciencia de sí  mismo y la diferenciación de los otros. De la familia se introyectan las primeras categorías y estereotipos, después tienen una fuerte influencia los grupos de iguales, los medios de comunicación, etc. A la edad de ocho años tenemos ya formadas categorías sobre los otros y actitudes asociadas a ellas (Proshansky, 1966).

Las actitudes son adaptativas en la medida en que  nos ayudan a organizar nuestro conocimiento sobre las cosas, definiendo elementos comunes que las caracterizan y las agrupan en categorías y los patrones de comportamiento adecuados a cada situación. No tenemos que probar, por ejemplo, las consecuencias de distintas conductas ante la visión de una serpiente. Aunque nunca nos hayamos enfrentado a esa experiencia, probablemente, la imagen mental se acompañará de algunas ideas (peligro, picadura), emociones (miedo, ansiedad) y conductas (evitación, alejarse lentamente, etc.) que nos permitirán, si llega el caso, actuar de la forma adecuada. Pero en otras muchas ocasiones, las actitudes están basadas en estereotipos (creencia de que un grupo de personas comparte elementos comunes: los catalanes, los gitanos, los negros,…) y en etiquetas que dan lugar generalmente a respuestas negativas o a confusión (Hollinger y Jones, 1970) y que configuran prejuicios y relaciones destructivas para el colectivo referente y para nosotros mismo. Así, por ejemplo, el primer contacto de un niño ante una persona con discapacidad puede estar guiado por todo eso que han oído a toras personas. Puede enfrentarse a esta primera experiencia con ideas preconcebidas (los retraso son peligrosos, a veces muerden o se enfadas,…) emociones (miedo) y conductas (rechazo, evitación, insultos…).

Las actitudes sociales afectan a las personas con discapacidad a tres niveles (Altman, 1981):

-          En sus relaciones con los iguales y con las personas significativas del entorno (amigos, compañeros de clase, familia,) se configuran la autoestima y los procesos de socialización del individuo. Las experiencias de falta de afecto, rechazo o aislamiento repercutirán de forma negativa sobre la adaptación social y el desarrollo psicológico de la persona con discapacidad.

-          En su relación con profesores, médicos y otros profesionales de la comunidad, las actitudes afectarán a la calidad de los servicios yo ayudas a que tendrán acceso (mejor enseñanza, atención médica, etc).

-          Con relación a las personas en general, pueden verse obstaculizadas en su integración social, laboral, educativa, etc. Y en el logro de sus metas personales, como tener un empleo, por ejemplo, y ser independiente (Safilios y Rothschild, 1987; Hollinger y Jones, 1970).

Así pues, las actitudes sociales tienen un gran interés para el tema que nos ocupa por varios motivos:

-          Por que las actitudes sociales pueden constituir el mayor de los obstáculos para las personas con discapacidad, mayor incluso que las limitaciones que pude imponer su deficiencia.

-          Porque se ha demostrado la existencia generalizada de actitudes negativas hacia la discapacidad. Es bastante lógico pensar que nos desagraden las enfermedades, la idea de un miembro amputado o de cualquier otra condición limitativa del ser humano. El problema surge cuando estas actitudes negativas hacia la deficiencia se trasladan hacia la persona que la padece, lo que sucede con cierta frecuencia.

-          Porque la mayoría de las personas conocemos poco  sobre la discapacidad y sobre las personas que la sufren, nuestras actitudes están habitualmente basadas en estereotipos y en ideas preconcebidas,  que no tienen porqué ser ciertas y que, sin embargo, guían nuestro comportamiento para con estas personas.

-          Cuando queramos integrar, a través del ocio,  a un grupo de personas con discapacidad en otro grupo normalizado, deberemos “preparar el terreno” antes, transformando las actitudes de este grupo en el sentido de la tolerancia, de la aceptación y de la ayuda.

-          Integrar colectivos con discapacidad en grupos de ocio tendrá a su vez repercusión sobre la mentalidad de la comunidad, afianzando actitudes negativas o modificándolas. Ello dependerá del modo en que realicemos estos procesos.

-          Conocer las actitudes sociales nos permitirá transformarlas. Uno de los aspectos más importantes de un programa de ocio y tiempo libre como el que proponemos es que nos dará la posibilidad de contribuir con nuestra acción al cambio de mentalidad social.

-          El monitor ha de reflexionar seriamente sobre sus propias actitudes hacia las personas con discapacidad y  hacia la integración, por la repercusión que ello va a tener sobre el resto de las personas con que se relacione. En su formación, hay que trabajar sobre el tema de las actitudes, porque es mucho más complejo de lo que a simple vista parece y porque va a ser más determinante que cualquier tipo de formación técnico-metodológica que podamos darle.

Estamos de  acuerdo con Verdugo y Arias (1991) al afirmar que sólo con la ayuda de toda la sociedad (actitudes sociales tolerantes) se conseguirá una integración social efectiva de las personas con discapacidad. Y a este objetivo dedicaremos los siguientes apartados.

 

2. LA MODIFICACIÓN DE ACTITUDES HACIA LA DISCAPACIDAD

Como hemos visto, la actitud es un constructo psicosocial en cuya formación intervienen múltiples elementos: experiencia directa, medios de comunicación…..Por tanto, será lógico pensar en la modificación de actitudes abordándolas desde distintos frentes (modificación cognitiva de estereotipos, aprendizaje de conductas concretas y  habilidades de ayuda hacia las personas con discapacidad, identificación de emociones negativas como miedo, rechazo, etc.) y combinando métodos que se ha mostrado eficaces de forma aislada:

-          INFORMACIÓN: para aportar conocimientos sobre la discapacidad en general (tipos, características, problemas y posibilidades, etc), sobre las personas con discapacidad (problemas pero también capacidades y logros), sobre los servicios y ayudas existentes (braille, manejo de silla de ruedas, conversores texto.-voz, etc), sobre las actitudes sociales, etc.

-          OBSERVACIÓN DE MODELOS, ENSAYO ENCUBIERTO Y ROLE-PLAYING sobre distintas situaciones de relación (en la piscina, en una carrera de relevos, etc.) que nos permitan aprender habilidades de relación adecuadas y modos de ayuda concretos.

-          SIMULACIÓN de situaciones de desventajas: para apreciar las dificultades con que se encuentran las personas con discapacidad en su vida cotidiana ( personas con deficiencia visual, motora, etc) y observar las reacciones de evitación y/o ayuda de los demás (Donaldson, 1980; Denfra, Durán y Verdugo, 1991).

-          DISCUSIÓN EN GRUPO, para analizar los estereotipos y prejuicios más comunes (Yerxa, 1971), para comentar las experiencias de simulación, etc. Las discusiones deben ser estructuradas (Gottllieb, 1980), de los contrario pueden afianzarse actitudes previas (las personas con prejuicios afirmarían su actitud negativa).

-          CONTACTO con personas con discapacidad: indirecto (videos, libros, ect.) y directo. Las experiencias de contacto directo con personas con discapacidad ayudaran a modificar actitudes. Para ello se han de reunir ciertos requisitos. El contacto debe ser prolongado y frecuente, en condiciones de cooperación e igualdad- no competitivo ni de dependencia (Johnson y Johnson, 1986) y estructurado (Donaldson, 1980). Es deseable que la persona con discapacidad posea determinadas características (Salen, 1990): positiva, competente, independiente, con habilidades de comunicación, status y edad similar a los del grupo que puedan compartir, con las personas a quien se desea modificar actitudes, experiencias e intereses similares.

Los medios (televisión, prensa, etc.) tienen un poder impresionante en la configuración de estereotipos y prejuicios. A veces presenta a las personas con discapacidad en grandes titulares sensacionalistas (¡Un retrasado mental es atracado por un caco!) en los que condición de discapacidad no tiene nada que ver para la información que se transmite, o se resalta en exceso (en una gran fotografía) o se acompaña de tanto sentimentalismo, que ofrecen una imagen solitaria y triste de la persona con discapacidad, que en nada favorece las actitudes de aceptación y tolerancia de los que reciben la noticia.

Los medios de comunicación influyen sobre la mentalidad social. Si cuidamos la información que transmitimos y el modo en que lo hacemos, podemos convertirlos en un poderoso mecanismo para transformar actitudes. Ofrecer información pertinente (hablar de la acción que interesa, no de la cotidiana) y natural (sin mitos, ni grandilocuencias, sin sentimentalismo), junto con una perspectiva optimista de la persona con discapacidad (mostrar su lado positivo) ayudará al cambio de mentalidad social hacia actitudes más abiertas y tolerantes.

3. LAS ACTITUDES DEL MONITOR HACIA LA DISCAPACIDAD

-  ¿Crees que las personas con discapacidad se desenvuelven mejor en trabajos sencillos y repetitivos y los preferirán a otros que supongan un mayor reto?

- ¿Si les damos trabajo, las personas con discapacidad serán productivas, o solamente estaremos respondiendo al objetivo de ofrecerles una ocupación a la que tienen derecho?

- ¿Tienen derecho al matrimonio, a tener hijos, a votar,… o permitirles estas cosas dependerá del tipo y/o grado de discapacidad que tengan?

- ¿Te gusta estar cerca de las personas con discapacidad o te sientes violento?

- ¿Estás mejor en presencia de un tipo de discapacidad que de otro?

- La visión de un joven con bastón, ¿te inspira lástima, o sentimiento de protección, agrado,…?

- ¿Crees que las personas con discapacidad tienen problemas emocionales?

- ¿Te implicas como voluntario para hacer una “buena acción” en tus ratos libre y ser monitor de chicos con discapacidad, o estás dispuesto a integrales realmente en tu mundo, en tu grupo de amigos, en tu vida cotidiana,…?

Es difícil contestar a todas estas cuestiones. Nos plantean dudas importantes, seguramente encontrarás que tú también tienes ideas estereotipadas sobre algunas discapacidades, y no sabrás ni a partir de qué datos las has construido. Con todo, este es un buen comienzo. La duda, la reflexión con tu equipo sobre estos temas, ayudarán a madurar o, cuanto menos, a reconocer que todos y cada uno somos en algún grado intolerantes, ¡pero podemos cambiar si las personas realmente nos interesan tanto como pretendemos!

Las personas que trabajamos en el ámbito de la discapacidad también tenemos que reflexionar sobre nuestras actitudes. En algún momento nos sorprenderá descubrir que tenemos ideas contradictorias, poco definidas o incluso negativas en algunos temas: ¿esterilización para personas  con retraso mental?, ¿relaciones sexuales?, ¿matrimonio?. Por otro lado, deberemos ser especialmente cautos con los estereotipos que transmitimos a los demás en el transcurso de nuestra acción (por ejemplo: “los síndromes de Down son cariñosos y sociables”).

Es importante que dentro del equipo de trabajo se definan espacios concretos para el debate sobre estos temas. Espacios que permitan detectar, analizar y modificar las actitudes negativas y estereotipos dentro del equipo de profesionales. Es esencial que cada uno reflexionemos sobre nuestras propias actitudes hacia la discapacidad, sobre los motivos que nos animan hacia el trabajo con estas personas y sobre los compromisos que adoptamos al implicarnos en estos proyectos (respeto, confidencialidad, derechos, deberes,…). De ello va a depender el éxito de nuestro trabajo y la calidad de los programas que con tanta  ilusión ponemos en marcha. Entender el papel que representamos en el cambio de mentalidad social ayudará a mantener la motivación, la satisfacción persona y el entusiasmo.

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